17 de septiembre de 2025

De Pepe Mujica a Héctor Rijo apología a la sencillez

Por Víctor Lópéz

La figura de Pepe Mujica, expresidente de Uruguay, ha despertado gran admiración en todo el mundo, y entre esos admiradores me encuentro yo. Tanto por su filosofía de vida como por su estilo de vida, que aunque parezcan lo mismo, no lo son, Mujica supo ganarse un lugar en la memoria colectiva. Conocemos a muchos que predican un estilo de vida y practican otro, diametralmente opuesto.

Para muchos, Pepe Mujica fue, como él mismo solía llamarse, un bicho raro: un hombre que no aspiraba a riquezas materiales, que vivía una existencia liviana, lejos de las vanidades y del ego.

Su reciente partida del plano físico mitificó aún más su figura; lo convirtió en un mártir y llevó a muchos a repetir que no habían conocido a otra persona como él. Y es ahí cuando yo digo: yo conozco a Héctor Rijo.

Héctor Rijo, o simplemente Rijo, como es mayormente conocido, nació en la provincia de Higüey, República Dominicana, en la década de los 50 y se licenció en Sociología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Ha sido profesor universitario, emprendedor, esposo, padre, hermano, amigo, pero sobre todo consejero de vida para jóvenes generaciones.

Quienes tenemos el privilegio de conocerlo sabemos de la profundidad de su pensamiento, tan hondo que a veces parece sencillo. Un hombre de trato llano, de palabras sin adornos innecesarios, de costumbres modestas y alma ligera. Amante de la naturaleza, del silencio, de la risa franca, del café compartido sin prisa y de las tertulias profundas.

Despojado de todo artificio, vive sin ostentación, sin apegos a lo material y sin la necesidad de reconocimiento, llevando una existencia ligera, coherente con lo que predica. Su humor, siempre sutil e inteligente, es reflejo de una mirada lúcida sobre la vida, donde lo verdaderamente importante es invisible a los ojos de las apariencias.

El mundo conoció a Pepe Mujica; yo tuve el privilegio de conocer y ser discípulo de Héctor Rijo, un hombre sencillo, cuya grandeza radica justamente en no pretenderla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *