23 de enero de 2025

“La muerte nos tocó de frente”

Un día después todavía se sienten el olor y los ecos de la tragedia. Algunas señales siguen intactas a doce horas de la explosión que aterrorizó a residentes en el sector Villas Agrícolas de la capital, mientras otras comenzaron a ser borradas para retomar la rutina, pero las emocionales al parecer dejarán huellas que quedarán intactas para siempre.

Las frases que los moradores usan para definir la tragedia no pueden ser más elocuentes.  “Ese zumbido lo sentiré en mis oídos por mucho tiempo”, expresa el presidente de la junta de vecinos y dueño de una de las viviendas afectadas, Clarence Veras, justo frente a la colapsada estructura de la empresa Polyplas, adonde entrar provoca la sensación de tierra arrasada o zona de guerra.

Señala hacia el área donde quedaron sepultados el comedor y el almacén para asegurar que la cantidad de muertos es mucho mayor que la revelada por las autoridades, hasta ayer seis. “La muerte nos tocó de frente”, exclamó al narrar que esquivó un trozo de madera que estuvo a punto de impactarlo producto del poderoso estallido.

Las ondas expansivas de la explosión causaron severos daños a una banca de apuestas y cuatro viviendas ubicadas frente a la empresa, donde en las primeras horas de la mañana de ayer sus ocupantes revisaban para determinar la magnitud de los destrozos.

En los alrededores, la angustia de personas que procuran información sobre sus parientes desaparecidos choca de frente con un inquebrantable cerco policial y militar que ha sellado todas las vías de acceso a la zona devastada. A representantes de diversos medios de comunicación les permitieron el acceso por diez minutos por gestiones del Centro de Operaciones de Emergencias (COE).

“Queremos que nos resuelvan”, exclama Ramón Antonio Perdomo, quien estaba sobre un banco pintando su casa cuando la explosión lo derribó y ayer barría el frente de la casa que anhela le sea reparada por la empresa responsable del siniestro. Confiesa que vio como varios vehículos estacionados frente a Polyplas fueron arrastrados y muy cerca a dos personas que fallecieron al instante. “Además de esos dos, yo vi sacar cuatro cadáveres quemados, no sé cómo hablan de tan pocos muertos, ahí los muertos no se pueden contar”, declaró, tras indicar que todavía en los alrededores “no se recuperan del pun, tienen eso clavado”.   

“Eso es triste, cuando se pierden seres humanos, es muy triste”, expresa Pablo Payano, de 59 años y empleado del área de seguridad de Polyplas, quien como cada día estaba ayer en la puerta principal de la empresa, pero sin el habitual entrar y salir de empleados y clientes.

No oculta su pesar por desconocer el destino de sus compañeros de labores con quienes ha compartido por nueve años en la empresa.  “No sé nada todavía”, exclama de manera cortante y con la huella de la angustia en su rostro.

Katheryn Infante, quien sintió el miércoles como su escritorio de la oficina donde labora se estremeció, dijo que todavía se siente expectante porque el día de la tragedia parecía tan normal como el de ayer. Le angustia comprobar que aún dentro de su casa o en el ámbito laboral ninguna persona está exenta de que le pase algo.

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